26/10/11

Guille.

Te miro calmada, paciente, y me sonríes mientras te brillan los ojos, verdes y miel. No me canso de mirarte, de ver cómo luchas cada día, de pasear contigo mientras me abrazas o me llevas de la mano, como si nunca lo hubieras hecho antes.
No me canso de escuchar tus miedos, tus esperanzas, ni de aprender de tí, tus enseñanzas de niño-anciano.
No me canso de acompañarte en tu camino.
Ni de decirte, sin palabras, que yo mataré monstruos por tí.

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