Me sonríe a través de una Carlsberg. Cuéntame algo que no sepa, me dices, divertido, buscándome la sonrisa.
Y me la arrancas sola.
Paseas conmigo por las aceras gandienses, recordándome la esencia de nuestra filosofía de vida, aquélla que juramos mantener, en aquel parque, con pulseras, meñiques enlazados y mora.
No cambio por nada del mundo nuestra complicidad, nuestra libertad, nuestras conversaciones de rock, ni nuestros besos de despedida. No existe nada más nuestro que eso.
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